La información es poder, y Trump quiere más control sobre ellaEricks Webs DesignEricks Webs Design

Informes sobre el cambio climático, eliminados. Iniciativas de diversidad, equidad e inclusión (DEI, por sus siglas en inglés), prohibidas. Estaciones de radio y televisión locales, desfinanciadas.

Libros, retirados de academias militares. Nombres de líderes de derechos civiles, borrados de barcos. Lecciones de historia, purgadas de museos.

La lista es interminable. El presidente Trump y sus funcionarios siguen ejerciendo un mayor control sobre las ideas y la información, lo que tiene el efecto de restar poder a investigadores independientes, historiadores y a los medios de comunicación auténticos, a los que con frecuencia califica de “falsos”.

El abrupto despido de la comisionada de la Oficina de Estadísticas Laborales, el viernes, es uno de los ejemplos más dramáticos hasta la fecha.

Pero este afán de control ha sido evidente durante lo que va de su segundo mandato, y las noticias sueltas deben analizarse como parte de un patrón, para que no se desvanezcan los recuerdos.

¿Se acuerdan de los titulares sobre la eliminación de datos de vacunas de los sitios web del gobierno el invierno pasado? ¿O los cálculos falsos en la página de “recibos” del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE por sus siglas en inglés)? ¿Qué tal la “purga del viernes por la noche” de organismos de control imparciales que investigan abusos dentro del Gobierno?

“Trump desempeña cada vez más el papel de guardián de la información”, escribió Clay Calvert, del American Enterprise Institute, en una profética entrada de blog en febrero.

Calvert afirmó que Trump estaba “dictando el acceso bajo sus propios términos”, promoviendo a los medios de comunicación MAGA (Hacer Grande Nuevamente Grande) mientras castigaba a The Associated Press por no adoptar el nombre propuesto por Trump, “Golfo de América”.

Esa disputa con AP se centró en el control de la información. También lo fue la decisión de la Casa Blanca de purgar una base de datos de transcripciones que documentaban sus anuncios y apariciones públicas.

El presidente también se ha opuesto a las noticias poco favorecedoras presentando amenazas legales contra los medios de comunicación. En un caso reciente, presentó una demanda por difamación contra The Wall Street Journal, que, según los analistas, podría tener un efecto disuasorio sobre la información en general.

La Casa Blanca ha presentado algunas de sus modificaciones y eliminaciones más agresivas como correcciones de sentido común. “Restaurando la Verdad y la Cordura en la Historia Estadounidense” fue el título de uno de esos decretos en marzo.

Otra medida para cerrar una fuente confiable de información, la emisora internacional financiada por Estados Unidos conocida como La Voz de América, fue presentada por el Gobierno como una forma de reducir la “propaganda radical”. Uno de los supuestos ejemplos fue un reportaje de hace seis años “sobre migrantes transgénero que buscan asilo en Estados Unidos”.

Todos los gobiernos intentan moldear la realidad hasta cierto punto. Pero, según afirmó The Washington Post en marzo, “las purgas estadísticas de Trump han sido más rápidas y radicales: no solo eliminan datos aislados, sino archivos enteros de información pública”.

Un ejemplo evidente involucra a la Evaluación Nacional del Clima, un informe sobre cambio climático exigido por el Congreso. Los autores de la evaluación fueron despedidos y las versiones anteriores “se han ocultado en los sitios web del Gobierno”, como escribió Zachary B. Wolf de CNN la semana pasada.

La disputa de Trump con la Oficina de Estadísticas Laborales aumenta aún más la presión y las alarmas sobre el creciente autoritarismo.

“Suprimir a los estadísticos es una herramienta tradicional de los líderes que intentan consolidar su poder y reprimir la disidencia”, declaró George Stephanopoulos el domingo en el programa “This Week” de la cadena ABC. “Ha sucedido a lo largo de la historia, más recientemente en Venezuela y Turquía”.

Su invitado, Lawrence Summers, exsecretario del Tesoro, afirmó que “despedir estadísticos implica amenazar a los directores de periódicos. Implica lanzar ataques contra universidades. Implica ir en contra de bufetes de abogados”.

“Esto es realmente aterrador”, añadió Summers.

Sin embargo, algunos asesores y aliados de Trump han defendido públicamente la destitución. El director del Consejo Nacional de Economía, Kevin Hassett, dijo este lunes en CNBC que los datos laborales “podrían ser manipulados con fines políticos”.

Esta batalla por el control no se da en el vacío. Hay pruebas de que el escrutinio mediático y la presión pública sí influyen.

En marzo, Associated Press reveló que una cruzada contra la DEI en el Pentágono dio lugar a que se señalaran imágenes de héroes de guerra, mujeres, minorías e incluso del famoso avión de guerra Enola Gay para su retirada. El vergonzoso episodio obligó a los asesores del secretario de Defensa, Pete Hegseth, a tomar una postura defensiva.

De igual manera, la semana pasada, The Washington Post informó sobre la eliminación del nombre de Trump por parte del Smithsonian de una exposición sobre el juicio político en el Museo Nacional de Historia Estadounidense.

El escándalo fue tan evidente que el museo emitió un comunicado el sábado negando cualquier presión de la Casa Blanca y prometió actualizar la exhibición en las próximas semanas.

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